Pese a haberme jugado la vida intentando eliminar los puntos débiles de Gomiluigi, enseguida recuperé la motivación para embarcarme de lleno en un nuevo experimento.
Tenía un objetivo claro: ¡que Gomiluigi se sometiera a mi voluntad!
Si bien Gomiluigi puede actuar con cierta independencia, en ocasiones su comportamiento es un tanto... impredecible. Quizá se deba a su naturaleza no humana, pero a veces no tiene dos dedos de frente. Por ejemplo, por mucho que intenté que pillara por sorpresa a los fantasmas, siempre acababa atacándolos a las bravas. Si pudiera controlarlo mejor, atraparía fantasmas con más facilidad.
Con esta idea en mente, le implanté un chip especial diseñado para darle órdenes con un control remoto ¡y funcionó! Gomiluigi caminaba en la dirección que le indicaba; ¡menudo éxito! O eso pensaba, porque una cosa era dar unos pasos y otra muy distinta usar la Succionaentes.
Cuando pulsé el botón para que Gomiluigi aspirase con la Succionaentes, ¡utilizó la estrobombilla! Tras encontrar el problema y arreglarlo, conseguí que se pusiera a aspirar, ¡pero entonces no había manera de que parara! Se quedaba ahí, plantado, aspirando aire...
Analicé el algoritmo del control remoto e hice algunos ajustes en sus sistemas, pero nada parecía funcionar. ¡Qué frustración sentía! Sin embargo, mientras hacía aspavientos, le di un golpe al control remoto y, de repente, Gomiluigi, que aún aspiraba aire como un pasmarote, se giró hacia mí. Antes de que pudiera reaccionar, ¡me estaba aspirando con la Succionaentes!
En cuestión de segundos, ¡tenía la cabeza atascada en la boquilla y sentía cómo me aspiraba irremediablemente hacia el interior! Si la situación se prolongaba, ¡mi propio invento acabaría conmigo! Me revolví como pude intentando liberarme, pero fue en vano. ¡La Succionaentes estaba dando buena cuenta de su creador!
Con media cabeza dentro de la boquilla, acepté mi destino y me resigné a que esos serían mis últimos instantes de vida. No obstante, mientras la Succionaentes me seguía engullendo, tropecé con algo y, antes de que me diera cuenta, me caí al suelo. Para mi sorpresa, ¡estaba libre!
Resulta que, en el último momento, había tirado un cubo y derramado toda el agua. En cuanto el líquido entró en contacto con Gomiluigi, este se deshizo y quedé libre. En aquel momento, me alegré como nunca de no haber podido corregir su debilidad al agua. ¡Je, je, je!
Claro está, escapar por los pelos de la muerte me hizo recapacitar y decidí abandonar el proyecto. ¡Que no, que es broma! ¡Por supuesto que seguí adelante sin temor! Sobre todo porque se me ocurrió la idea de aparcar el control remoto y buscar la forma de implantar mi propia consciencia en Gomiluigi. En otras palabras: ¡me convertiría en Gomiluigi!
Lo cierto es que esta idea estaba relacionada con otro de mis objetivos: poder almacenar a Gomiluigi dentro de la Succionaentes cuando no necesitara utilizarlo. De ahí que comenzara a trabajar en paralelo en un nuevo modelo de Succionaentes.
Gracias a la nueva Succionaentes, podía llamar y guardar a Gomiluigi a voluntad. ¡Ahora quería aplicar ese mismo principio para transferir a Gomiluigi la consciencia de quien empuñara la Succionaentes!
No podía desechar una idea tan revolucionaria, así que me puse manos a la obra y le añadí otra función a la nueva Succionaentes: un sensor en la parte que queda en contacto con la espalda que probé de inmediato con el único voluntario disponible: ¡yo mismo! Y todo salió a pedir de boca. ¡Je, je, je!
Técnicamente, me había convertido en Gomiluigi, ¡así que podía controlar su cuerpo como si fuera el mío!
Lo malo es que, al transferir toda mi consciencia al cuerpo de Gomiluigi, el mío entraba en una especie de letargo mientras controlaba a mi viscosa creación. Eso sí, un mal menor que queda eclipsado por todas las posibilidades que ofrece esta nueva habilidad, sobre todo teniendo en cuenta que puedo transferir mi consciencia de un cuerpo a otro en un instante. Si alguno de ellos corre peligro, me cambio de cuerpo ¡y me ocupo de la amenaza en cuestión!
Pues así fue como nació la nueva y mejorada Succionaentes, capaz de almacenar a Gomiluigi y transferir consciencias. ¡Había que celebrarlo por todo lo alto! Cosa que, por cierto, hice como habitúo: con una buena taza de café de Verdestro. Mientras disfrutaba de su sabor, recibí una misiva.
Era nada menos que una invitación para hospedarme en un lujoso hotel de una región donde se cree que habitan fantasmas extremadamente raros. ¡Y encima con todos los gastos pagados!
Al parecer, la dueña tenía un interés inusitado por ver al Rey Boo, al que Luigi capturó para mí durante nuestras desventuras en el Valle Sombrío. El Rey Boo forma parte de mi colección desde entonces y, al parecer, la dueña del hotel me compensaría debidamente por las molestias de llevárselo para que lo viera en persona: ¡me regalaría toda su colección de fantasmas! ¿Cómo iba a negarme a tal petición? ¡No podía dejar escapar la oportunidad de ampliar mi colección!
La idea de añadir más fantasmas a mi colección me dio alas y, en un periquete, hice la maleta y la metí en el coche junto con la Succionaentes, Gomiluigi y el recipiente que contiene al Rey Boo. Próximo destino: ¡el hotel de lujo!
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