Me gusta la idea de que no hubiera muchos diseños alternativos para el personaje de Mario, solo la opción B en un boceto a lápiz. (Risas)
(Risas)
La generación actual quiere oír: “¡Elegimos esta entre muchísimas posibilidades!”
Lo sé.
Si alguien de tu equipo te presentara una sola idea, ¿qué harías?
¿Quieres decir, si alguien dijera: “¡Vamos a usar esto, gracias!” y me presentara solo un dibujo?
Bueno dos, si te presentara solo dos. Y supongamos que además son buenos.
Bien, pues si el trabajo de esa persona en general fuera bueno, lo aceptaría.
¡Yo también! Si A o B son suficientemente buenos, no necesito C o D.
Exacto.
Los empleados pueden aprender mucho de un jefe así.
Pero todo el mundo prepara muchísimas opciones hoy en día y luego te dice: “Necesitamos que elijas”, aunque yo diga que no es necesario trabajar en muchas opciones. Siempre les digo que, aunque solo haya una opción, siempre que sea la que necesitamos y siempre que sea buena, es suficiente. Pero hay mucha gente que quiere preparar múltiples opciones.
Y… ¿cuántas serían las ideales?
(Risas)
Pedir solo una tampoco está bien.
Bueno, independientemente de cuántas haya, si hay una que la persona piensa que es la buena, ya me vale. Pero no me gusta esa actitud de “Tú elige y nosotros cumplimos tus órdenes”. Puede sonar extraño pero de esa manera lo convierten en mi responsabilidad. Y no es que no quiera aceptar esa responsabilidad pero pienso: “¿No debería ser tuya la responsabilidad de elegir?”.
Cierto. Si en un restaurante te pidieran que les dijeras exactamente cómo preparar tu comida, tampoco te parecería apropiado.
(Risas)
¡Me pondría de los nervios! ¡Al menos dadme dos opciones!
Estoy de acuerdo.
Y mira, precisamente ahora me he dado cuenta de que sí que quiero dos opciones.
¿Dos?
Sí. Dos opciones. A y B.
Bueno, quizás sea la cantidad adecuada. Y sería incluso mejor si consiguieras apoyo en tu decisión.
¿Eso crees?
Sí. Hay dos opciones y cuando dices: “Esta”, todo el mundo debería decir: “¡Es justo la que iba a elegir yo!”.
¡Sería perfecto!
Sí. Y cuando pregunte: “¿Funcionará esto?”, quiero que digan: “¡Sí!”.
¡Yo también!
Porque cuando dices: “¿Qué os parece esta?” y te responden: “Bueno, si es la que te gusta...” es muy deprimente. (Risas)
Así que hay que demostrar tu voluntad y presentar dos opciones. Mientras Miyamoto y yo estemos con vida, sea cual sea la presentación, queremos dos opciones.
Eso es, dos. (Risas) Y otra cosa que llevo repitiendo toda la vida es que no se necesita más de una página para una propuesta.
Cierto.
Podría pasar hasta tres, porque si alguien intenta meterlo todo en una reduciendo la fuente, ¡no puedo leerlo!
¡Lógico! (Risas)
Al final, la gente invierte demasiada energía en las presentaciones. No sé si hay alguna escuela en la que aprenden a hacer presentaciones como si trabajaran en una agencia publicitaria o si sencillamente es que les gusta hacerlo así, pero hay una gran diferencia entre una presentación que tiene que convencer a alguien para que te dé dinero y una presentación en la que explicas qué vas a hacer. Mucha gente confunde ambas. Y cuando te esfuerzas por hacer que tu presentación sea muy aparente, estás derrochando energía.
Sí. Y si les dejaras, ¡te harían la presentación en Alta Definición!
Así son las propuestas. Pasan la noche entera trabajando y eso les da una sensación de satisfacción increíble.
Y te entran ganas de pegarles cuatro gritos, ¿verdad? “¡Pasa ese tiempo con tu mujer y tus hijos!”.
(Risas)
Yo me imagino en una de esas series americanas, con un traje de chaqueta y chaleco diciendo “Creo que tu mujer, Jane, es fantástica. ¿Por qué no le dedicas a ella el mismo tiempo que dedicaste a la presentación?”.
(Risas)
Me pongo en pie para ese mini discurso y la secretaria que tengo al lado dice: “¡Oh, qué jefe tan maravilloso!”. De verdad, me encantaría representar ese papel, pero…
No puedes, ¿verdad?
No.
Daría mucha vergüenza.
Sí, mucha. (Risas)
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